Junto al idioma y mediante sus expresiones, se transmiten una forma de interpretar el mundo, unos rituales y un sistema de conducta propios. Adquiriendo varias lenguas, se fomenta una perspectiva cognitiva y cultural más tolerante y enriquecederora «con menos murallas y más puentes»*.
Los niños bilingües piensan de forma más flexible y creativa y plantean y resuelven mejor problemas complejos.
Tener que cambiar de una lengua a otra entrena el control de la atención, facilita que el niño se centre en las tareas importantes ignorando estímulos irrelevantes y favorece otros aprendizajes no lingüísticos.

En su contra, los monolingües tienen un vocabulario más amplio de su idioma y las interferencias lingüísticas en el pensamiento hacen que el ejercicio de la conversación resulte más cansado para el hablante bilingüe.
Pero, más allá de la edad de iniciación y el nivel de exposición a cada una de las lenguas, como seña de identidad que éstas son, la consideración social contribuirá en la elección del grupo al que prefieren pertenecer y con el que prefieren comunicarse.
Dos libros muy recomendables para profundizar y poner en práctica el bilingüismo son: Guía para padres y maestros de niños bilingües y Bilingüismo en casa.
